Digamos que estás haciendo un trabajo titánico para conseguir que tu perfil de Instagram se convierta en el último grito y que triunfe de una manera espectacular. Para ello has hecho varias cosas, como asegurarte de que tienes una cantidad de seguidores realmente digna que además son usuarios que están realmente interesados en el contenido que produces.
También te has esforzado al máximo con la edición de tus publicaciones, de tus fotos, de tus montajes o vídeos, y les has dado un toque social y viral de esos que sabes que van a pegar fuerte. Después de este trabajo de preparación, lo más normal es que estemos eufóricos, porque sabemos que de manera casi inmediata deberíamos comenzar a conseguir interacciones, me gustas y comentarios.
El problema es que las horas pasan y no recibimos el feedback que estamos esperando. Y ahí es cuando nos frustramos y nos preguntamos qué está pasando exactamente. ¿Cuál es el motivo de que nuestras fotos de Instagram no estén teniendo el éxito que esperábamos?
La respuesta es dolorosa y al mismo tiempo bastante terrible: se debe a un algoritmo. Los algoritmos son los que se encargan de todo. Tienen la máxima responsabilidad y son los que nos pueden llevar a lo más alto o hundirnos en la mayor de las miserias por mucho que hayamos trabajado día y noche preparando nuestras publicaciones. Y estos algoritmos no reaccionan por gusto, sino que actúan dependiendo de la viralidad y del interés que generan las publicaciones que hayas hecho.
En cierto modo es como una serpiente que se muerde su cola. Si tus publicaciones no han comenzado con buen pie con una serie de votos y de comentarios sólida, el algoritmo no las elegirá para ponerlas en el muro de los usuarios o, al menos, no para ponerla en la parte superior. ¿Es injusto? Bastante. Pero al menos sabemos cómo funciona.