A primera vista parece una tirita futurista. Pero en realidad estamos hablando de un sensor para detectar el coronavirus que tiene dos características principales: es flexible e inalámbrico. Se coloca en el final del cuello, justo donde este se encuentra con el inicio del pecho. Su funcionamiento permite saber si tenemos síntomas de COVID-19 y en el caso de confirmarse el contagio, nos permitirá hacer un seguimiento de la enfermedad.
El sensor no ha nacido de la nada fruto de la crisis mundial del coronavirus. Anteriormente se utilizaba en pacientes que habían sufrido problemas de corazón y necesitaban que se les monitorizase en cuanto a la forma en la que tragaban y hablaban. Pero sus creadores vieron una buena oportunidad en adaptar su uso a la situación actual, resultando ser una buena medida para detectar el COVID-19.
Una vez nos lo hemos instalado pegado en la parte del cuello que hemos indicado, lo que hará el sensor será utilizar un acelerómetro de tres ejes y banda ancha que realiza un análisis de todos los movimientos que se producen en la zona. Se analizará la tos y la respiración de cada persona, así como la temperatura y la tasa del ritmo cardíaco, elementos que ya estaban operativos en la versión anterior del sensor y que se han mantenido por la aportación que hacen, la cual siempre resulta valiosa.
Se conecta de forma automática a un dispositivo como el iPad y los datos que obtiene los transmite a una nube médica en la cual se contrastan con información y estadísticas especializadas en el coronavirus. De esa forma se puede llegar a una conclusión de si nos encontramos ante la posibilidad de desarrollar en los próximos días o semanas el virus que está poniendo en jaque al mundo entero. Si llegamos a tenerlo, el sensor nos ayudará a ver la forma en la que desarrollamos la enfermedad y apreciar si nuestro estado mejora o empeora.